La Calata Culta Miércoles, 31 diciembre 2014

Jaime Chincha es chévere

La Calata Culta

Leslie Guevara es directora de la escuela de escritura Machucabotones. Es autora invitada en los libros de relatos "Sexo al cubo", "Hermosos ruidos" y "21 relatos sobre mujeres que lucharon por la independencia del Perú". Es editora del libro “Once Veces Tú”. Ha realizado talleres de narrativa en cárceles peruanas, en coordinación con la Asociación Dignidad Humana y Solidaridad fundada por el padre Hubert Lanssiers. Actualmente escribe su primer libro.

Se acaba el año y a mí me dieron ganas de conversar con Jaime Chincha, que es un periodista que algunos no soportan (“quizá otros pueda que me soporten un poco” me escribe por e-mail Jaime, luego de la entrevista, “Lo que no te conté es que mi público es mayoritariamente señoras; puedo decir que me adoran”). Acabo de recordar que antes yo me acercaba a la pantalla del televisor mientras veía Buenos Días Perú y decía “algún día te voy a conocer, Jaime Chincha”. No sé por qué decía eso, su intensidad al hablar me llamaba la atención. Y ahí  estuve, en su oficina, conversando de la infancia, del periodismo, de la televisión, sentada junto a él. Yo tenía mis preguntas apuntadas en mi cuaderno y a él se le iba el ojo. Y en algún momento me dijo “A mí no me gusta la gente que se hace la cojuda con sus preguntas”. Pensé que me lanzaba una indirecta y me quise ir corriendo. “Qué peculiar es Jaime” pensaba mientras lo iba escuchando: es un tipo muy gestual y, aunque algunos no lo crean, puede ser hasta gracioso. Aquí está.

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¿A qué se dedicaban tus padres?

Mis padres son fruto de la crisis de los ochenta. Mi madre trabajaba en la Beneficencia pública. Mi padre era más divertido, a veces hacia taxi: su familia había heredado algunas tierras, por lo que siempre tenía dinero en la billetera. Visto en retrospectiva, creo que los dos procuraron darme una infancia más o menos feliz, pese a la época en la que me tocó crecer, que fue la época de los paquetazos, del terrorismo, de la leche Enci.

¿Cómo te divertías de niño?

Iba a la sala donde la abuela y mis tías conversaban y colocaba la grabadora sin que ellas se dieran cuenta. Pero antes presionaba REC y decía bueno, vamos a escuchar lo que la abuela está diciendo. Y como los adultos no reparan en uno, dicen está jugando el niño. Tenía más o menos cinco años.

Y luego, ¿qué hacías con esas grabaciones?

Se las hacía escuchar, ellas se reían. Después me di cuenta de que eso era una forma primitiva de reporte radial.

¿El gusto por la televisión siguió en tu adolescencia?

A los once años malogré tres televisores. A ver, yo soñaba que tenía un canal de televisión. Entonces, tenía mi propio canal, que era un VHS y el televisor. Previamente había recopilado series, películas y vídeos musicales que iba programando con el VHS, era como la programación. Mi canal era el 6, ese era mi juego. ¿Y cómo lo malogré? No lo malogré metiendo y sacando cintas, tirando las cosas: lo malogré pintando las pantallas. Yo escribía sobre las pantallas, mi canal era Canal 6, ¿no? Canal Chincha. Y cuando iba apareciendo algo colocaba los créditos con el plumón, así fue.

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En ese tiempo, ¿qué veías en la tele?

Tenía que ver programas como Trampolín a la fama. Veías a Ferrando entre ridiculizando a la gente y mostrando talentos nuevos. Reflejaba al Perú de esa época: un poco de miseria, un poco de creatividad, sobrevivir a la tragedia. Después te reías con Risas y Salsa, había un espacio llamado Los años verdes. Esto lo hacía Guillermo Rossini. Hablaba de una época utópica que ocurriría en el Perú, en la cual tú podrías comer carne, conseguirla en el mercado, tener dólares baratos, acceder a un crédito. Entonces tú, desde la miseria de tu leche Enci, tu trigo morón, tu pota, ¿no? Veías eso y decías Asu, ¿eso va a ocurrir en el Perú? Y ocurrió. Rossini salía a decir en pantalla cosas que uno pensaba que no iba a ocurrir jamás. Que este país podía tener salida, que iba a tener inversión, a librarse del terrorismo. Y eso ocurrió.

¿A qué conductor admirabas de pequeño?

A ver, regresando a la época en la que grababa. Desde muy chico me llamaron la atención la televisión y la radio, porque yo pensaba que Belmont estaba metido en la radio, ¿no? Ja ja ja. Que era un enano que estaba metido en RBC. Luego apareció un noticiero en la mañana, Buenos Días Perú: yo tenía seis años. Y había un periodista llamado Alfonso Tealdo, un viejo, gran periodista, aunque en esa época yo veía a un abuelito cascarrabias, con anteojos medio de lupa gritándole a los políticos en vivo, en televisión nacional. Me llamó la atención cómo ese tipo tenía la concha de interrumpir. Sabía un montón, era un fresco y un capo. Esa fue la primera visión que tuve de una entrevista en vivo. De Tealdo sale Hildebrandt y sale Roxana Canedo, que eran sus dos delfines, ellos también hacían entrevistas en Buenos Días Perú. Digamos que yo veía este noticiero desde que empezó.

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¿En qué momento decides qué quieres estudiar?

En la adolescencia. Digamos que este sueño del canal de televisión siempre lo tuve. Creo que hasta hora lo tengo. Entonces, me di cuenta de que iba a hacer televisión. Y encontré la oportunidad primero en la universidad y luego, cuando se construye Canal N, me llaman porque querían gente bien joven, visionaria. Fui parte del equipo fundador. No tuve mucho ensayo. De la universidad a Canal N.

¿Qué tal la experiencia en Willax.tv?

En Willax fue mucho más rico, porque estuve desde una etapa anterior, haciendo el casting a los reporteros, capacitándolos. Un poco lo que hicieron conmigo en Canal N lo devolví a Willax. Además, pudimos hacer transmisiones en vivo por internet. Señal de streaming, en esa época decíamos “en vivo y en movimiento”.

¿Todavía sueñas con tener tu propio canal?

Digamos que sí, todavía sueño con que es posible. Sí creo que es posible tener mi canal por internet así, a lo Netflix, donde tú puedas escoger tu contenido. Transmitir en vivo el bicentenario desde las 24 plazas del país y tener una señal en vivo en cada plaza, si quieres te vas a full screen con una ciudad…

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Háblame de esta foto.

Eso fue en febrero del 2005, recién entradito a América. Creo que estaba contento porque estaba trabajado en América y en Cuarto Poder.

¿Con qué ideas entraste?

Ser reportero. Tenía 28 años: ya van a ser diez años de esa foto. Estaba desesperado por hacer notas largas. Ese año fue maravilloso porque fue el año de los reportajes, el año de los viajes a la Argentina, de internarme en la selva, de viajar al Huallaga. Pelearme con tombos, grabar en el Congreso, editar sábados, domingos y feriados. Correr con una cinta porque Tola está presentando tu nota y todavía no está cargada. Correr, pum y pam, adrenalina pura.

¿Qué te desespera?

Que la gente mienta o que se haga la cojuda me saca de quicio.

¿Tú nunca te haces el cojudo?

A veces, pero no en la televisión. Me hago el cojudo con mis hijos: todavía están muy chicos, por lo menos el más pequeño, como para hablarle de la muerte o del sida. En esas cosas me hago el cojudo pero no con Omar Chehade, ahí no me hago el cojudo.

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¿Te pareces a tu papá?

Mi papá era muy querendón, muy engreidor, siempre estaba pendiente de que yo aprendiera a ser útil. Me enseñó a manejar desde muy pequeño, me subió a sus piernas entre los cinco y seis años. También me sentaba en el copiloto y lo veía manejar. Me conseguía un tubo y hacía mi palanca, y por imitación fui aprendiendo. Y a los ocho años me dice ya, maneja. Manejé de Jesús María a Santa Catalina. Él siempre se preocupó de que yo supiera hacer las cosas, que no fuera un cojudo, que me supiera defender en todo.

¿Qué recuerdas con satisfacción de tu trabajo?

Me gustó mucho cuando desenmascaré una artimaña que estaban preparando en el 2006 los nacionalistas, primera bancada de oposición: se fractura la bancada, queda UPP y quedan los nacionalistas y se arma todo un enredo: Yo publico una conversación que tuve con Estrada y eso provocó que la bancada se dividiera: eran unos cínicos, estaban mintiéndole a la gente porque habían perdido y estaban abandonando a Humala. Haber obtenido primicias me da satisfacción. Conseguir la primicia de los Crousillat esposados también fue maravilloso. Una vez estaba en vivo en el hospital Dos de Mayo, iba a salir al aire y abrieron una puerta lateral: era el Señor de los Milagros. Fue sobrecogedor, misterioso. Y los niños siendo cargados por sus padres, no les importaba que las velas les cayeran encima: fue maravilloso.

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¿Qué aconsejarías a los chicos interesados en estudiar ciencias de la comunicación?

Yo creo que en nuestra carrera algo está mal. La carrera no debería ser ciencias de la comunicación: debería ser “licenciatura de la información” o debería crearse una universidad del periodismo. El periodismo no puede estar junto con publicidad o relaciones públicas, porque confundes al estudiante y todo se mezcla. Que solamente te enseñen a hacer periodismo, a documentarte de realidad nacional, cursos básicos de economía y medicina serían lo óptimo. Un reportero tiene que aprender en el campo.

¿Cómo ves a los muchachos que llegan a trabajar al canal?

El Perú comenzó para ellos en el año 94. Tienen poco conocimiento de historia, de realidad nacional. Tengo que salir ya, ¿podemos seguir la conversación en el carro?

Así lo hacemos. “Maestro, acá doblemos a la izquierda o no salimos nunca” le dice Jaime al chofer. Hay un montón de tráfico.

¿Cuál sería tu crítica del periodismo peruano actual?

Siempre el pasado se va a ver con una nostalgia más retórica que real. Creo que hay un buen grupo de periodistas ahora. Cada uno hace su mejor esfuerzo. Sí creo que cada medio debería tener un libro de estilo, como teníamos en Willax. Yo fui parte del equipo que redactó el libro de estilo del canal.

¿Los demás canales no tienen libro de estilo?

Muy pocos. Willax lo tenía, aunque no sé si lo sigan usando. Canal N tenía un libro de estilo. El Comercio tiene un libro de estilo, que lo hace Alejo Miró Quesada trayendo un poco el molde de España, de la BBC, de El País. A su vez, ese libro se adapta para Canal N. De ahí no supe más. No son solamente pautas gramaticales, es cómo proceder ante una noticia: ¿vas a transmitir suicidios? ¿Sí o no? Los expertos dicen que si transmites un suicidio estás dándole al posible suicida las herramientas para suicidarse. ¿Vas a cubrir ambas partes del hecho o no? Cuando te rectificas, ¿cómo lo haces? ¿Vas a darle la misma proporción de tiempo que a aquello que provocó la rectificación? Y lo fundamental, ¿quién o quiénes toman las decisiones sobre el contenido noticioso, el director periodístico o el gerente general? Eso tiene que estar en un libro de estilo. Yo creo que eso falta en cada medio.

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¿Qué disfrutas más cuando haces una entrevista?

Que te respondan lo que estás preguntando. Eso es halagador. Acá muchos políticos te pasean. Lo que me gusta es estar atento, darme cuenta de que me están hueveando y traerlos nuevamente a la pregunta.

¿Cuáles serían tus virtudes?

Me preocupo de no etiquetar a la gente, parto de la premisa de encontrar la verdad antes que cualquier otra cosa. Trato de no supeditarme a los prejuicios, de decir las cosas en clarito. Me he dado cuenta de que aquí todavía nos cuesta decir las cosas de frente. A la gente le gusta que le doren la píldora, que le digan mira hermano, vamos a bailar una marinera y ahí te voy contando. Te dicen “conflictivo” a veces.

¿Qué cosas te emocionan?

Me emociona cuando las cosas se hacen bien. Me emociona ver a mi hijo reírse. Los perros me emocionan. En general, los niños me gustan mucho.

Esta entrevista se terminó de editar escuchando la canción Lo que el viento nunca se llevó del disco Circo Beat, de Fito Páez. Gracias por la recomendación, Jaime.

La Calata Culta

Leslie Guevara es directora de la escuela de escritura Machucabotones. Es autora invitada en los libros de relatos "Sexo al cubo", "Hermosos ruidos" y "21 relatos sobre mujeres que lucharon por la independencia del Perú". Es editora del libro “Once Veces Tú”. Ha realizado talleres de narrativa en cárceles peruanas, en coordinación con la Asociación Dignidad Humana y Solidaridad fundada por el padre Hubert Lanssiers. Actualmente escribe su primer libro.