La Calata Culta , noticias Jueves, 29 noviembre 2018

El inmenso desvío del escritor Juan Carlos Cortázar

La Calata Culta

Leslie Guevara es directora de la escuela de escritura Machucabotones. Es autora invitada en los libros de relatos "Sexo al cubo", "Hermosos ruidos" y "21 relatos sobre mujeres que lucharon por la independencia del Perú". Es editora del libro “Once Veces Tú”. Ha realizado talleres de narrativa en cárceles peruanas, en coordinación con la Asociación Dignidad Humana y Solidaridad fundada por el padre Hubert Lanssiers. Actualmente escribe su primer libro.

 

Hace 2 años lo conocí. Había publicado su novela «Mientras los hijos duermen», y yo lo entrevisté en el Pinkberry de Diagonal. Me gustó esa novela. Por eso leí con mucho interés «El inmenso desvío», su reciente libro de cuentos. Cortázar es un escritor al que le interesa el sexo, y por eso me interesa a mí. El primer cuento de este libro es sobre un conserje que limpia un cuarto de hostal en el cual dos hombres acaban de tirar. Le envío unas preguntas por Facebook, y Juan Carlos me dice que le gustan los hoteles porque en ellos se violan «las reglas de la heteronorma y el patriarcado, la monogamia entre ellas». Es decir, lo que sucede en los hoteles y los hostales cuestiona los valores de la sociedad. Cortázar añade que busca construir para sí mismo una vida sexual y emocional más libre, contradictoria y placentera. Y anota: «Mi marido y yo decidimos tener una relación abierta, lo hicimos un año antes de casarnos en Buenos Aires…»

¿Cómo así?

Porque nos amamos y no queremos quitarle al otro el derecho a gozar de su cuerpo y de otros cuerpos. Porque no sentimos el amor como posesión (¡aunque vaya que eso cuesta!… de vez en cuanto los celos nos ganan, es verdad). Sea que uno haya acordado explícitamente abrir su relación o que uno engañe a su pareja, tirar en un hotel es expresión de esa libertad, de esa búsqueda… Es reconocer que nuestros cuerpos tienen su propia esfera de decisión, que no somos del todo soberanos de nuestros deseos.

En este primer cuento, “Darío detrás de la puerta” hay un gran nivel de observación…

Creo que en la literatura los detalles son centrales, son los que dan vida y carnadura a un texto. Observar es fundamental. He observado muchas veces cómo queda una habitación luego de que dos hombres tienen sexo. La mirada del que limpia siempre me ha inquietado. ¿Qué imaginará? ¿Le dará asco o morbo? La mirada del que limpia, Darío, reconstruyendo lo que ha pasado entre dos hombres… esa línea me atrajo mucho. Además, en ese cuento (como en La embriaguez de Noé y otros más) quise explorar una escritura menos prolija, un poco más quebrada, con frases más largas y muchas subordinadas. Quise alejarme del ideal (muy válido por cierto) de la frase corta y al hueso: me gustan frases largas, carnosas, en las que me puedo perder un rato.

¿Qué quieres lograr al escribir una escena de sexo?

Es difícil recrear una escena sexual, graduarla de manera adecuada. Trato, en primer lugar, que la escena sea bella, que atraiga la atención o incluso caliente… sea por la belleza de los detalles, por las sensaciones o por el lenguaje. Busco también que tenga sentido más allá de si misma, más allá de lo físico: que permita ver algo del fondo de los personajes.

¿Cuánto tiempo te tomó escribir este libro?

Este libro es resultado de varios años. El cuento más viejo tuvo una primera versión en el 2012.

¿Qué cuento sientes que te costó más?

Creo que La embriaguez de Noé (nota: ese largo cuento empieza así: “El día en que cumplió cincuenta años, Cristián decidió hacerse prostituto.”) No solo porque es el cuento más extenso, sino porque es el más personal de todos. Toca dos experiencias que me inquietan mucho en lo personal, y creo que a otros hombres alrededor de la cincuentena también: la complejidad de la relación entre un hombre mayor y otro más joven, y la oportunidad o necesidad que muchos sentimos de renovar nuestra vida, de reorientarla radicalmente y aprender cosas nuevas.

¿Qué te dice tu hija sobre tu faceta de escritor?

Le pregunté y contestó: “Creo que es bueno sacar lo que uno tiene en el corazón y expresar los sentimientos”.

El libro se lo dedicas a tu esposo, ¿qué te dice él?

Le acabo de hacer la pregunta y dice que le gustó que le dedique justo este libro, porque nos representa bien: un par de desviados… Y creo que tiene razón. La dedicatoria apunta a eso, a lo rico de desviarnos juntos, de poder armar nuestra relación como queramos.

Foto: César Bedón Rivera

¿Cuál ha sido tu relación con la religión? Hay simbología católica en tu libro.

En mi infancia y juventud participé mucho en organizaciones de la iglesia. Incluso mi experiencia trabajando o viviendo en zonas como el cono norte o el Callao, tuvo que ver con mi participación en la iglesia. Y creo que para cualquiera que entre a algunas iglesias y conventos, salta a la vista la exposición de cuerpos semidesnudos en posiciones antojadizas, propias del barroco… Incluso hay pulsión sádica o masoquista tras esculturas y cuadros. Más de una vez, ante imágenes así, me he quedado pensando en quiénes fueron los modelos, cómo se relacionaron con los artistas, el momento en que se desnudaron para posar. Qué pulsiones saltaron ahí. De esa inquietud nació el cuento Restauradores.

¿Qué piensas sobre los abusos sexuales cometidos por sacerdotes católicos en Chile? 

Si el tema de los abusos ha explotado en países como Chile, Australia, USA o Alemania, no es porque sea una realidad particular de esos países. Es un problema estructural y transversal a una organización mundial donde hombres y mujeres no desarrollan su sexualidad de manera libre y sensata. Por el contrario, la viven con represión. Y a eso se mezcla el ejercicio del poder. Si el tema explota en países como estos es porque los estados, en mayor o menor medida, están separados de las iglesias.

¿Qué te gustó de la presentación de «El inmenso desvío» en la última Feria del Libro?

Confieso que no me gustan las presentaciones. Creo que reviven en mí un viejo miedo infantil, miedo por el que no celebraba mis cumpleaños: no va a venir nadie… Pero lo más rico es que aparecen parejas de chicas, de chicos. Personas que conozco, pero que no sabía que tenían pareja del mismo sexo, y me piden dedicatorias.

¿Consideras que existe una literatura gay en Latinoamérica?

Claro que sí. Esa literatura tiene tal vez más trayectoria y fuerza en la Argentina, pero la experiencia está siendo también abordada por chilenos, peruanos, colombianos. Autores que en la actualidad están escribiendo en esta línea y que me llaman la atención: Julián López y Gabriela Cabezón Cámara en Argentina, Jorge Marchant Lazcano y Juan Pablo Sutherland en Chile, Claudia Salazar y Gabriela Wiener en Perú.

¿Qué sientes cuando ves tu libro en una librería?

Un tremendo pudor. Y si alguien cerca toma por casualidad un libro mío… salgo corriendo.

La Calata Culta

Leslie Guevara es directora de la escuela de escritura Machucabotones. Es autora invitada en los libros de relatos "Sexo al cubo", "Hermosos ruidos" y "21 relatos sobre mujeres que lucharon por la independencia del Perú". Es editora del libro “Once Veces Tú”. Ha realizado talleres de narrativa en cárceles peruanas, en coordinación con la Asociación Dignidad Humana y Solidaridad fundada por el padre Hubert Lanssiers. Actualmente escribe su primer libro.