La Calata Culta Jueves, 2 febrero 2017

¿Dónde están las almohadas?

La Calata Culta

Leslie Guevara es directora de la escuela de escritura Machucabotones. Es autora invitada en los libros de relatos "Sexo al cubo", "Hermosos ruidos" y "21 relatos sobre mujeres que lucharon por la independencia del Perú". Es editora del libro “Once Veces Tú”. Ha realizado talleres de narrativa en cárceles peruanas, en coordinación con la Asociación Dignidad Humana y Solidaridad fundada por el padre Hubert Lanssiers. Actualmente escribe su primer libro.

Ilustración: Adams Carvalho

Ayer estaba echada sobre la cama al lado de Cé y su boca olía a ajo. A mí no me gusta el ajo pero igual lo besé. Él está resfriado y se traga un diente de ajo en las mañanas. Sabía que haríamos el amor pero no sabía cómo decirle Anda, cepíllate. Sonreí. Esas cosas no se dicen, pensé. Cé me preguntó ¿Por qué sonríes, pequeño fauno? y me acarició la mejilla derecha. Yo no soy un pequeño fauno, le dije. OK, tú eres una criatura del bosque, como un duende, dijo. ¡No, te equivocas! le contesté, alzando la voz, y de pronto sentí una fuerte picazón en la nariz. Me levanté y corrí la cortina con la mano, busqué un rayo de luz, entrecerré los ojos y abrí la boca como buscando aire. Recuerdo que una vez asusté a mi tío Javier cuando hice eso, porque pensó que me estaba ahogando. “¡Saturna, qué te pasa!” me gritó. Yo estornudé. Y ahora estaba estornudando como aquella vez. Un sonido desgarrador salió de mi boca. Cé se rió. Si no eres un duende, ¿entonces por qué estornudas así?

Me sobé la nariz, tomé aire y le dije Yo soy una mujer intensa, y las mujeres intensas estornudamos así.

—Así estornuda mi abuela —dijo él—. Nadie que yo conozca estornuda así.

—¿No dices que tu abuela estornuda así?

—Pero ella no se pone a ver la luz.

—Algunas personas tenemos que observar la luz para estornudar. Googlea, men.

—Sí, pero ese estornudo es raro, suena como la bruja de El mago de Oz cuando se derrite.

Me quedé observándolo y le dije Anda, cepíllate. Tu boca huele a ajo. No me responsabilizo si te doy un beso y vomito dentro.

Cé se rio y empezó a toser. Cochinaza, me dijo, ahogándose. Se levantó de la cama, estaba en boxer y medias. Abrió el clóset y dijo ¿Dónde están las almohadas?

No sé, ahí estarán, dije yo.

—¿No sé?

—¿Por qué mejor no buscas tu chompa y te abrigas?

—¿Mi chompa, con este calor?

Me reí y me sentí mal por Cé, por haberle dicho lo del ajo. Luego pensé Qué chucha pues, la otra vez él dijo que mi vagina olía mal. Y me eché bocabajo sobre la cama a ver en mi celular una entrevista a Hebe Uhart. Yo no la conocí hasta el año pasado, cuando le hice una entrevista al escritor Juan Carlos Cortázar: hablábamos de la importancia de colocar detalles en nuestras historias y él mencionó su nombre. Fogwill también recomendaba leerla. Entonces, hasta que tenga plata para comprar sus libros, veo entrevistas suyas y disfruto escuchándola hablar. Parece una perrita poodle que ha sido criada por un perro rottweiler, y que se ha hecho mayor y fuma y ahora te dice ¡Cree en ti! ¡Defiende lo que escribes! Me gusta cuando dice que los escritores debemos descubrir la particularidad de eso que sentimos. Por ejemplo, yo me pregunto, ¿cuál sería la particularidad de mi relación con Cé? ¿Que a mí me gusta encontrar las cosas que él pierde? Porque mi mamá y mi papá siempre han perdido cosas, y yo siempre las he encontrado para ellos.

Escuché a Cé gritar ¡No están! y dejé el celular a un lado. Cé caminaba dentro del cuarto llevándose las manos a la cabeza. Esto no era así antes, no había esta silla llena de ropa, no había estos calzones encima de la cómoda, dijo. Parecía Psyduck, de Pokemon. Como me di cuenta por dónde quería fastidiar, le dije ¡Si no está, no está, pues!

—A ver, levántate y ayúdame, pues —me dijo.

—Pero no uses almohada, pues. El doctor Pérez Albela dice que las almohadas no son buenas.

—Ay, ¿puedes ayudarme?

Me daba flojera levantarme. Recuerdo ese día en que yo iba dentro de un taxi con mi libreta de apuntes, escribiendo todo lo que observaba. Por ejemplo, anoté que vi a dos palomas picoteando un pedazo de pan. El pan se movía de un lado a otro. La imagen era muy graciosa, parecía que las palomas estaban jugando una pichanguita. Y de repente me llamó Cé y dijo ¿Has usado mi cortauñas? Yo le dije No, ese cortauñas está medio oxidado. Ya ya ya, dijo él, seguiré buscando, y cortó la llamada. Al ratito llamó preguntando por sus lentes. Me dijo ¿Tú te llevaste mis lentes? Y yo le dije ¿No los tendrás puestos? Y él dijo No, no, ¿qué me crees, huevón? Me recordó a mí en una versión 2004. Yo también era así. Diez minutos después llamó por su encendedor. Primero se rio y luego dijo ¿Tú no habrás agarrado mi encendedor? Le dije que solamente tenía el mío, y me ofendí, le dije Ya oye, no jodas.

Cé siempre piensa que estoy agarrando sus cosas. Y quizás tenga razón, porque hace poco él se quedó escaso de medias, y era porque casi todas las había agarrado yo.

—Ya me voy a levantar  —le dije.

Pero en verdad no quería levantarme, porque cuando yo me echo ya no me levanto. Lo amenacé:

—¿Qué pasa si encuentro esa almohada?

Cé no dijo nada. Se alzó de hombros y me miró confundido.

—¿Qué pasa? —insistí, desafiante, estirando mi cuello hacia arriba.

—¡No sé, me la das! —me dijo.

Y se comenzó a reír.

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La Calata Culta

Leslie Guevara es directora de la escuela de escritura Machucabotones. Es autora invitada en los libros de relatos "Sexo al cubo", "Hermosos ruidos" y "21 relatos sobre mujeres que lucharon por la independencia del Perú". Es editora del libro “Once Veces Tú”. Ha realizado talleres de narrativa en cárceles peruanas, en coordinación con la Asociación Dignidad Humana y Solidaridad fundada por el padre Hubert Lanssiers. Actualmente escribe su primer libro.